Las elecciones presidenciales en Venezuela del 28 de julio tienen el potencial de redefinir el panorama geopolítico en América.
La red de relaciones internacionales tejida por Caracas está en juego, y su futuro dependerá en gran medida del resultado de esta crucial votación.
La política exterior de Estados Unidos hacia Venezuela se ha centrado en sanciones y presiones diplomáticas para promover un cambio de régimen.
Un cambio en el liderazgo venezolano podría alterar la dinámica de estas relaciones, relajando las sanciones si se percibe un cambio hacia la democracia o intensificándolas si el nuevo liderazgo es visto como una continuación del chavismo.
Una mejora en la situación política y económica de Venezuela podría reducir la migración hacia Estados Unidos, mientras que una situación adversa tendería a incrementarla.
En términos de política regional, Estados Unidos ajustará su enfoque hacia América Latina modificando alianzas y estrategias para mantener la estabilidad regional en función del resultado electoral.
Además, un nuevo liderazgo en Venezuela podría afectar la dinámica de organismos regionales como la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) y la Organización de los Estados Americanos (OEA), y generar un impacto en las economías vecinas, especialmente la colombiana, debido a posibles cambios en la política energética y comercial.
Argentina, Costa Rica, Guatemala, Paraguay y Uruguay emitieron el pasado viernes una declaración conjunta expresando su profunda preocupación por las condiciones en las que se desarrollará el próximo proceso electoral en la República Bolivariana de Venezuela.
Estos cinco países denunciaron “el hostigamiento y la persecución sistemática contra dirigentes y partidarios de la oposición venezolana”, así como contra miembros de la sociedad civil, lo que consideran un grave obstáculo para la realización de un proceso electoral legítimo.
En tanto, la interdependencia entre Venezuela y Colombia ha crecido mucho en los últimos años, ya que el primero alberga a 1.7 millones de colombianos y el segundo a más de 2.7 millones de venezolanos.
Además, el presidente colombiano, Gustavo Petro, tiene una relación cercana con su homólogo venezolano, Nicolás Maduro, y la influencia de Venezuela en la construcción de paz en Colombia es notable, explica a EFE Ronal Rodríguez, del Observatorio de Venezuela de la Universidad del Rosario de Bogotá.
Por su parte Brasil, uno de los garantes de los Acuerdos de Barbados, ha adoptado una postura cautelosa respecto a las elecciones en Venezuela. El presidente Luiz Inácio Lula da Silva ha pedido que los comicios se realicen en “plena normalidad democrática”.
Ayer, el mandatario brasileño confesó que se “asustó” cuando supo que Maduro había llegado a amenazar con un “baño de sangre” en caso de que sea derrotado en las urnas.
En tanto, México ha mantenido una postura de no interferencia en los asuntos venezolanos. El presidente Andrés Manuel López Obrador ha evitado criticar a Maduro y ha enfatizado que el pueblo venezolano debe ser el que elija a sus autoridades.
El presidente de Chile, Gabriel Boric, ha sido una de las voces más críticas con el mandatario venezolano desde su llegada al poder en marzo de 2022.
Boric ha insistido en que “la defensa de los derechos humanos no tiene ideología” y ha denunciado el doble estándar de la izquierda en la condena de los abusos civiles en Venezuela, lo que le ha valido descalificaciones por parte del chavismo.
En estas elecciones también está en juego la extensa red de relaciones internacionales que Caracas ha forjado desde la llegada del chavismo a Venezuela, de la Alianza Bolivariana de los Pueblos de Nuestra América (ALBA) a Petrocaribe, porque la espina dorsal de todas ellas es la afinidad política.
Fuente: Latinus